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Chervo en Modo extranjero: “Vale la pena apostar fuerte por lo que a uno le gusta”

La pandemia lo puso en un lugar muy incómodo, sin equipo, sin contratación y sin un sueldo. Decidió volver con los suyos y empezar a trabajar en la fábrica de su papá, con premoldeados de hormigón.

Pasó horas y horas pensando en un posible retiro, de dejar de jugar profesionalmente y dedicarse a otro rubro.

No obstante, la vuelta a la actividad y un llamado de Echagüe para jugar la Liga Argentina le despertó el desafío de volver a intentarlo. Martín Chervo la rompió toda y fue clave en la gran campaña del elenco paranaense en la temporada 2021.

Aquella decisión de volver a jugar fue una determinación compleja pero que tuvo sus consecuencias positivas.

“Esa decisión me cambió la vida. Echagüe me abrió puertas para ir al exterior y hoy estoy disfrutando del básquet”, dijo el pivot nacido en Chajarí, de 30 años.

Chervo jugó en 8 equipos de Argentina y ahora se transformó en un trotamundos. Anduvo por Uruguay, Chile y Ecuador. Y tras estas experiencias volvió a ser fichado recientemente para jugar en Uruguay, en Centro Allavena de Paysandú.

“Echagüe fue un trampolín para irme al extranjero. Tuve ofertas para seguir en Argentina pero estoy en una edad que priorizo lo económico por sobre lo deportivo. Mi decisión de jugar fuera del país pasa por ese tema y por seguir conociendo nuevas experiencias. Tiempo para volver ya van a llegar”, contó.

-¿Por qué quisiste dejar de jugar?

-Estaba en Ferro de General Pico cuando empezó la pandemia. Me volví y me puse a trabajar con mi papá en la fábrica de premoldeado de hormigón, un rubro que nunca paró. Nos fue muy bien. A mi viejo le gustó el cambio de aire que le di a la fábrica y me ofreció hacerme cargo. Lo pensé mucho porque miraba dónde estaba parado como jugador y veía que no avanzaba. Estaba por tomar la decisión y me llegó la oferta de Echagüe. Lo charlé con mi papá y le dije que quería seguir apostando al básquet. Creo que tomé la decisión correcta. Después de Echagüe salí a jugar al exterior. Cambió mi mentalidad y me di cuenta que vale la pena apostar fuerte por lo que a uno le gusta.

-Jugar como ficha nacional es muy diferente a ser extranjero. Como foráneo si no rendís te despiden. ¿Sentis esa presión de no fallar en cada partido?

-Si, se siente. En mi primera experiencia en Uruguay, mi agente me habló mucho al respecto. Me dijo que si el extranjero tiene un par de partidos malos es muy probable que los dirigentes lo quieran cortar. Que no me ponga mal si eso me pasaba porque en el ámbito de los extranjeros es muy normal que suceda. Gracias a Dios esa situación aún no me tocó. Igual, lo tengo asumido que alguna vez me puede pasar. Espero que no me golpee fuerte. La presión siempre está. Hay que rendir y tener buenos números, más allá de ayudar al equipo a ganar.

-¿Hoy estás muy pendiente de tu rendimiento?

-Sí. En Argentina nunca miraba las estadísticas. Hoy sí. Termina el partido y miro mis números, mis porcentajes, la cantidad de rebotes y demás. Las reviso y controlo para tratar de mejorar. Le presto más atención.

-¿Dónde viviste más esa presión?

-En Chile me pasó que me costó adaptarme y después entendí que los registros que más me resaltaban como foráneo eran los rebotes. A partir de ahí me dediqué de lleno a no perder ningún rebote y eso me sirvió para destacarme más. Cuando lo logré, gané en confianza, tal es así que terminé siendo el segundo goleador del equipo. Pero fue difícil, de hecho, hasta pensé que me iban a cortar por no rendir como pretendían.

-¿Esa exigencia viene más del simpatizante, del dirigente o del entrenador?

-Por lo general la gente te lo hace saber. Y algunos dirigentes también. Los que saben de básquet te entienden un poco más, pero los que no saben se creen que porque te pagan tenés que romperla toda. No digo que esté mal, pero hay jugadores que no les gusta demasiado esa prepotencia. No he tenido dirigentes que me digan “tenés que hacer esto y esto”. Habitualmente son los entrenadores los que toman el mando y te exigen.

-Es una experiencia fuerte. ¿Lo charlaste con tus compañeros que son extranjeros?

-Sí, se habla. En Chile tenía un compañero que me decía todo el tiempo que nosotros debíamos ser quienes teníamos que lanzar la mayor cantidad de tiros. Pelota que él agarraba la tiraba. Ese extranjero no le importaba si un compañero estaba solo. Buscaba ser protagonista porque ellos lo tienen muy naturalizado a que si no rinde lo sacan del equipo. Yo soy más de jugar en equipo.

-Uruguay, Chile y Ecuador. ¿Qué piensan de los jugadores argentinos?

-El mercado se está abriendo porque respetan mucho al basquetbolista argentino. Los entrenadores reconocen que es un modelo a seguir. En Ecuador, el entrenador me pedía que lo ayude a tener un equipo más ordenado y con más énfasis en defensa. Me pasó que un par de compañeros no se preocupan mucho por defender, y cuando su oponente lo pasaban gritaban “ayuda, ayuda”… Les dije, yo los voy a ayudar cuando vea que agotaron sus recursos defensivos, no cuando los pasen porque no hacen ningún esfuerzo por defender. Hubo muchas discusiones por ese tema hasta que lo entendieron. Bueno, situaciones de este tipo hacen que el argentino sea respetado.

SER JUGADOR

-¿En lo basquetbolístico, en qué notas que creciste?

-En el aspecto físico. Cuando llegué a Uruguay noté un ritmo muy vertiginoso. Las primeras semanas no me sentí a tono y tuve que bajar de peso como para adaptarme. Ese cambio me potenció como para ser un jugador más completo. Antes me limitaba a jugar de pivot, en el poste bajo. Ahora juego más de frente y hasta mejoré mi lanzamiento de 3 puntos.

-En nuestro país son pocos los jugadores de primer nivel que firmaron grandes contratos, el resto debe pelearla. ¿Es difícil ser basquetbolista en Argentina?

-Sí, es difícil. En otras épocas rendía un poco más y te podías dedicar de lleno. Hoy las ofertas que me hacen a sabiendas que el pivot es de lo más cotizado porque somos pocos, son ofrecimientos que no llenan. No tenés jubilación, aportes sociales, ni obra social. Te retirás a los 38 años y sos grande de edad para entrar a una empresa. Si hacés ese análisis no te dan los números y no vale la pena jugar porque se te cierran puertas y no tenés nada para tu futuro. Lo veo en compañeros que tienen hijos, familia y la tienen que pelear día a día.

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